Dedicado muy especialmente a Javier Romero.
Por creer en esta historia desde el principio.
Gracias.

3 de noviembre de 2011

XXV.

El Cazador de Estrellas hundió las garras en el pecho de la criatura, que aulló y salió despedida hacia detrás. Hizo un ruido seco al hundirse en el lago. El ave se elevó sobre el agua y sacudió la cabeza. Llovieron plumas brillantes como el cristal. David refrenó su carrera, levantando polvo. Los ojos negros del pájaro volvieron a transmitirle esa sensación de placer y bienestar, a la vez excitante.

No. Fuera.

El muchacho negó con la cabeza. El Cazador de Estrellas le mandó un gruñido. Aún así, su voz era hermosa.

Correr. Salir. Fuera.

El cuerpo muerto y negro asomó sus ojos brillantes en la superficie, y se lanzó como una fiera, con las garras por delante, sobre David. El joven apenas tuvo tiempo de verlo venir. Le llegó el chillido de su hermana y un nuevo gruñido, mucho más agresivo que el anterior, del místico pájaro.

El Cazador de Estrellas clavó las garras en la espalda de la criatura negra y la lanzó contra los árboles, lejos de David, antes de que pudiera tocarle. Sobre la ropa del joven se quedó impregnado, sin embargo, su olor. Un olor que punzaba los nervios del muchacho hasta la histeria.

El pájaro lo miró fijamente. David sintió que su cuerpo se encogía y que le dolía el pecho. Le faltó el aire. La voz del pájaro retumbó entre sus orejas.

Fuera.

Ana cayó de rodillas a su lado, gritando de dolor. David entendió la agresiva orden. Agarró de la mano a su melliza y echó a correr en dirección al bosque. A pesar del impulso, le fallaron las piernas y fue ella la que tuvo que arrastrarlo lejos del lago. En sus cabezas reverberaban los gritos de la pelea.

Los hermanos Cambroix se detuvieron a tomar aliento cuando ya estaba fuera del bosque. No se percataron de que el murete de piedra sobre el que se dejaron caer pertenecía a la granja de los Freg, porque ya no había ni un solo perro para ladrarles.

Buscaron aire con desesperación.

—¿Era lo mismo? —jadeó David—. ¿Esa cosa era lo mismo que nos atacó anoche?

—Podría jurar que sí —respondió Ana—. ¡Pero lo vimos morir! ¿Es que hay más? ¿Fue esa cosa la que mató a los Freg?

—Ha vuelto a salvarnos... —boqueó David, con el pecho agitándose a toda velocidad—. Me ha salvado la vida. Y nos estaba advirtiendo…

—Eso ahora no importa. Tenemos… que volver a casa, David —le instó su hermana. Quería convencerse de que todo aquello no era más que una terrible pesadilla, un mal sueño, una maldición nocturna. Aunque sabía que estaba equivocada.

El sonido de las bisagras chirriando les puso tensos.

—¿Quién está ahí? —se desgañitó la hija mayor de los Freg, asomada por la rendija de la puerta.

Un aullido hizo temblar hasta a las piedras del camino. Los mellizos vieron salir del bosque a esa criatura negra y podrida, arrastrándose a una velocidad de vértigo. Hundía las garras en la tierra, porque parecía no tener piernas, y avanzaba a toda prisa hacia ellos. Las copas de los árboles escupieron al Cazador de Estrellas, que se lanzó en picado sobre el ser negro.

Éste, a su vez, saltó sobre los mellizos.

—¿Quién es? —balbuceó la mujer, al otro lado de la puerta. La abrió de par en par, saliendo al frío de la noche. La luz de dentro proyectó su figura en la tierra; se descubrió como el blanco perfecto.

La criatura negra pareció jadear de puro júbilo. Con la tela rasgada con la que se cubría, rozó a los hermanos al encogerse sobre el murete. Se arqueó como un gato. Escucharon su respiración pesada y ansiosa, como los perros excitados por el olor de la sangre. Ana se dio cuenta de que estaba tomando impulso para saltar. El Cazador de Estrellas impactó contra el suelo y David se encogió por un nuevo dolor en el pecho.

—¡No! —chilló Ana, estirando la mano hacia la puerta—. ¡No salgas!

1 comentario:

  1. Joe, esto cada vez se pone más interesante ^3^
    Pobre Freg.

    Y qué carallo es esa cosa negra??
    Aprenderán los Cambroix a controlar sus "poderes"?

    Ganas de leer el siguiente aumentando... ^_^

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