El aullido de terror de la primogénita Freg se estrelló contra el cielo. Fue como si se hubieran roto miles de cristales. El Cazador de Estrellas pasó sobre las cabezas de los mellizos y los hizo caer sobre el barro. El pájaro se metió en la casa, detrás de la sombra negra.
Escucharon gritos, el quebrar de los cristales, la madera partiéndose en mil astillas. Como si la casa estuviera explotando por dentro. Por las ventanas rotas salieron disparados los cuerpos desmembrados. El espectro negro chillaba. David se mareó y creyó que se desmayaría. Dentro de su cabeza, se desgañitaba un coro de voces. Nunca había escuchado nada tan horrible. Ana jadeó, lo vio desfallecer.
El canto nocturno del Cazador de Estrellas les entró en los oídos como una aguja. Hirió sus cabezas. El ave reventó el techo y salió, majestuosa y brillante, bajo las estrellas. Todo su cuerpo estaba manchado de sangre negra. En el pico quedaban restos de la tela putrefacta que había cubierto al fantasma carnívoro.
David se derrumbó en el suelo, con los ojos entrecerrados.
Ana gimió y las lágrimas saladas se mezclaron con la tierra de su rostro.
—No... —sollozó—. ¿Por qué? ¿Por qué…?
La granja estaba destrozada. En el marco de una de las ventanas el cuerpo de una de las hijas de los Freg colgaba, como un harapo. Se balanceaba al son del viento. El Cazador de Estrellas se posó en medio del patio. Sangre, destrucción, muerte. Y silencio. El peor silencio de todos.
Ana tomó aire con violencia y se hizo un ovillo junto al cuerpo de su hermano. Los nervios la hicieron rozar la histeria. No pudo contenerse y lanzó un grito de dolor, se apretó la cara con las manos. Nada alrededor podía escuchar su desgarrado lamento. Nada.
El Cazador de Estrellas se acercó a ellos, muy despacio. Bajó la cabeza y rozó con su negro pico la cabeza de David. Él no se movió, pero soltó un quejido ronco. Las plumas azuladas rozaron la barbilla de Ana. Ella levantó la cabeza y apenas distinguió al ave, se le nublaba la vista. Dentro del pecho, su medio corazón latía muy deprisa. Temblaba. Tenía miedo. No sabía qué hacer.
El místico animal la miraba directamente. Como si pudiera alimentarse de ese miedo. Bajó la cabeza hasta tenerla a ras de suelo. Apoyó el pico en la frente de Ana; estaba tan frío como el agua del lado. Pareció emitir un arrullo, un sonido que tranquilizó a la muchacha y le devolvió, por un momento, la calma. El Cazador de Estrellas pareció complacido.
Ana se puso de pie, temblando. Se limpió el barro de la cara y miró a su alrededor. El olor de la muerte le dio una arcada. Se apoyó en el murete de piedra y vomitó. El Cazador de Estrellas volvió a su posición erguida. David tosió, abrió los ojos, intentó recuperar el aire. Ana fue hasta él y volvió a caerse sobre el barro.
—David… —de nuevo, se echó a llorar —. David…
Él tardó un poco en reponerse. Su hermana lo ayudó a ponerse de pie. Se cogieron muy fuerte y, sin querer, un par de lágrimas resbalaron también por la cara del mellizo. El viento de la noche las congeló sobre su piel. Hacía frío. Pero el frío que sentían por dentro los dos hermanos era mucho mayor. Ninguno sabía qué hacer. No tenían ni idea.
El Cazador de Estrellas se cansó de esperar. Alzó el vuelo y se perdió en el cielo.
Los hermanos Cambroix se quedaron quietos, de pie, un rato más. Al final, David hizo acopio de sentido común, tomó a su hermana de la cintura y empezó a caminar muy despacio hacia Saint Polain. Detrás de ellos dejaron los cadáveres y el destrozo, pero el olor a muerte los perseguía. Se pegó a su ropa y los custodió por el sendero como un perro fiel.
Si es que... ¡se me ponen los pelos de punta! Me encanta y lo sabes ^^
ResponderEliminarSe acordarán a la mañana siguiente de lo sucedido (como no se acordaban de la primera noche que salieron)?
ResponderEliminarQué carallo era ese espectro negro?
Por qué se comporta así el Cazador de Estellas con ellos?
Quiero seguir leyendo, y me tengo que esperar Y_Y
Esto engancha miiiiiiil!!!!!!!